domingo, setiembre 30, 2007

jim crace, segundo aporte

en febrero de este año Jorge L. envió con el título: "el vapor de crace" lo que es la cuarta pequeña historia del libro de Jim Crace "La despensa del Diablo" que cuenta con este epígrafe:
No hay frutos amargos en el Cielo,
ni miel en la despensa del Diablo.
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En lo que vendría a ser su pequeña historia Nº 18 cuenta:

"...Hundió su cuchara en el postel de crema. Hizo un gesto de aprobación, sonrió y agregó:
-Ahora percibo el encanto de la cena.- Luego:-Me recuerda a mi abuela, cuando vivía en el hogar de ancianos. Una tarde fui a visitarla conmi hermano mayor. Ella había pedido té de menta como aperitivo y luego, cuando la enfermera colocó la bandeja de comida sobre su cama, insistió en comer la cena en el orden inverso, empezando por el mousse de chocolate y terminando con la sopa. "Tengo ochenta y tres años" nos dijo a mi y a mi hermano,"La vida es incierta. Coman primero el postre"
(...)
Hoy cumplo veintisiete años. La vida es incierta.Dejen la sopa para el final...."
Jim Crace
La despensa del diablo
Emece 2004
Británico, 60 años, premiadoEl libro es una fina colección de breves apuntes acerca de la comida en un sentido amplio creativo y delicado

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final de La fama es puro cuento , Milton "El Pastilla"Fornaro, envía Jorge L.

estas fotos ilustran una anécdota que se cuenta al final y que nos vincula, en la foto en que está El Pastilla platicando entusiasmado luce de espaldas Antonio T.,Caggiani enfoca todo lo que se mueve o... está quieto, todo (doble click aumenta el tamaño de las fotos)


“El hombre flaco esperó a que los dos uniformados abrieran la puerta del cementerio. Venía con su ramito de nomeolvides, su mejor traje y sus zapatos torturadores. Saludó y su “buenos días” se confundió con el ruido de la reja. Fuerte sonó en cambio la respuesta del más viejos de los camposanteros: “Buenos días, Mellizo”.
Entró por la avenida principal. Su falso vacilar lo encaminaba hacia el lugar conocido. Detrás de él quedaban los empleados conversando. El pampero que inclinaba los cipreses hacia el portón se llevó el diálogo, que fue:

- ¿Quién es el coso tempranero? –preguntó el más joven.
- ¡Quién va a ser! El Mellizo, el hermano de Gonzalito, el olímpico. Ese rengo que ves fue un crack hasta que se jodió la rodilla. El otro es un invento de los diarios - dijo a nadie el del uniforme más desteñido.
El muchacho ya no lo escuchaba, interesado en arrimarle agua a la florista, quien comenzaba a armar su puesto en la calle.”


Final de “La fama es puro cuento” Milton Fornaro
En Murmuraciones inútiles, Alfaguara 2004


Milton Fornaro nació en Minas en 1947 escribe y publica casi desde su adolescencia.
A decir de su coterráneo Mario Delgado Aparaín, “es mi primer escritor que conocí”
Premiado en varias oportunidades, además de cuentos y relatos es autor de varias novelas la última “Si le digo le miento”. Se desempeñó también como periodista y crítico literario.
En este cuento alude al viejo mito futbolista uruguayo del hermano del crack, malogrado por una lesión y mucho más talentoso que el crack auténtico. Sutilmente alude a algunos personajes reales.

Jorge L.
--------siempre recuerdo esa mañana de octubre del 06;
desde La Giralda, Jorge, el Pastilla y yo partimos en el auto de J. (siempre una aventura de final incierto*) hacia Minas, el lar de Fornaro. es que al también minuano Fosalba lo incorporaban al nomenclatror citadino. El tiempo del trayecto fue ocupado por el compartir un mate con bizcochos de dudosa calidad, y los cuentos de Fornaro sobre momentos de su vida en Minas y la amistad con la flia Zabalba, anécdotas infinitas. El relato se vio varias veces interrumpido por el chillar del celular pues había preocupación por la hora de nuestra llegada. Jorge era el corresponsable de la oratoria - a continuación o antes del Intendente Vergara- y del tirar de la piolita.. Triunfantes divisamos la entrada a la ciudad; esa alegría se opacó pronto al percibir un carraspeo inquietante del vehículo. El azar hizo que la calle a designar con el nombre de Fosalba quedara casi al final de una pronunciada bajada, frente al Hospital del MSP. Esa pendiente fue proverbial, el auto sin corriente llegó por inercia justo al lugar señalado, a la hora indicada. Mientras el entonces presidente del SMU saludaba a "las fuerzas vivas del lugar" preguntaba como principal preocupación por el imprescendible mecánico. Tarde en la tarde pudo regresar a MVD. Por nuestra parte compartimos en el ómnibus al que nos invitó Antonio T. y llegamos a MVD con lluvia torrencial y contentos por la misión cumplida y por el pasaje por la Confitería Irisarri, los alfajores, damasquitos, serranitos y esas cosas...
Murmuraciones Inútiles es el primer libro que leo de Fornaro.
rodolfo
* no es gratuita esta afirmación; la vez anterior que compartí otro vehículo propiedad de Jorge fue con motivo de una ida a Las Piedras por fallecimiento de la mama de Marcos. De ida olfatié un olor a full oil que me preocupó. El retorno ocurrió abiertamente entre vapores de combustión tan intensos, tan intensos, que el sweter que portaba fue motivo de varios lavados para desimpregnarlo; eso sí... llegamos...

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domingo, setiembre 23, 2007

textos de McCoy según Jorge L.

escribe Jorge L.:
"hace tiempo que quiero incluir un texto de McCoy en el blog. McCoy nació en Nashby(Tennnessee) en 1897 y muere en 1955.
Héroe durante la Primera Guerra se le otorgó la Cruz de Honor por parte del Gobierno francés. Se traslada a Los Angeles y trabaja en alguna película como extra Escribió y colaboró en guiones de películas secundarias, aunque en algunas oportunidades con directores de la talla de Nicholas Ray entre otros..Publicó a partir de 1920 cuentos cortos en revistas de pulp enmarcado en el genero "novela negra". Sin embargo sus dos novelas más importantes se inspiran en el fracaso de personajes vulgares durante el período de la Gran Depresión. "Acaso no matan a los caballos" llevada al cine a fines de los sesenta por Sydney Pollack con la actuación de Jane Fonda fue estrenada en Uruguay con el Título "Baile de Ilusiones". La segunda "I Should stayed home" se publicó con el título "Luces de Hollywood"
Incluyo la frase final de "Acaso no matan a los caballos" y la página final de "Luces de Hollywood"

...
"-por qué la has matado? -preguntó el policía que estaba sentado junto a mí
-ella me lo pidió
-¿Lo has oído Ben?
-es un chico muy servicial -dijo Ben por encima de su espalda.
-¿ese es el único motivo que tenías? -preguntó el policía.
-acaso no matan a los caballos? -respondí"

....

"Salía a la calle por la puerta de la cocina.
Brillaba el sol, la clase de sol que siempre me daba miedo por lo que solía mostrarme, pero ahora ya no me importaba. Empecé a caminar preguntandome que haría, pensando en Butch Siegfried, que durante su luna de miel visitaría a su amigo de la infancia, ahora un gran actor de cine, pensando en una gran artista de cine llamada Dorothy Trotter, pensando en el hogar, en el hogar y en los chicos junto a los cuales había crecido y que ahora estaban casados y tenían hijos y empleos fijos y sueldos fijos, que hacían lo mismo de antes y seguirían haciéndolo todas sus vidas; pensando lo que había pensado miles de veces. Sólo que ahora, por primera vez, comprendí que tal vez no estaban equivocados. No hay escapatoria, había dicho Mona, y ahora lo probaba volviendo a lo que había intentado abandonar desesperadamente; y entonces me dije a mi mismo algo que nunca me había atrevido a decir (pero que siempre acechaba en mi mente): Debí quedarme en casa....
Dejé Vine Street y enfilé el Hollywood Boulevard caminando en dirección oeste, diciéndome a a mi mismo que estaba loco al admitir que ya era demasiado tarde.
No me había quedado en casa, me encontraba aquí, en el famosos bulevar, en Hollywood, donde ocurren milagros y tal vez hoy mismo, tal vez dentro de un minuto, un director pasaría por mi lado y me descubría...."

¡qué interesante aporte!, finalmente identifico los antecedentes de una de las películas - Baile de Ilusiones - que más me impresionaron y dejaron grabadas en la memoria escenas imborrables: aquella en la que el tenaz competidor muere de infarto en el sobreesfuerzo y el tiro final que se ejecuta en una suerte de porche, al atardecer...¿o la memoria de juega una mala pasada?; rodolfo

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domingo, setiembre 09, 2007

fragmento , Cheever, Diarios , envio de Jorge L.


"No disimular nada ni ocultar nada,escribir sobre las cosas más cercanas a nuestro dolor, a nuestra felicidad; escribir sobre mi torpeza sexual, el sufrimiento de Tántalo, la magnitud de mi desaliento creo entreverlo en sueños, mi desesperación.Escribir sobre los necios sufrimientos de la angustia, la renovación de nuestras fuerzas cuando aquellos pasan; escribir sobre la penosa búsqueda del yo, amenazado por un extraño en correos, un rostro apenas entrevisto en la ventanila de un tren; escribir sobre los continentes y las poblaciones de nuestros sueños, sobre el amor y la muerte, el bien y el mal, el fin del mundo."
J Cheever Diarios
emecé, lingua franca pg 193

quizá el mejor fragmento que se ha levantado hasta el presente en este blog;
disfrutar Cheever es un privilegio, sea en Diarios, sea en Cuentos, aun no leí novelas
r.

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domingo, setiembre 02, 2007

fragmento, Cheever, Diarios


"Truenos durante la noche y a las tres y media una lluvia fuerte. A las cinco y media una luz tétrica en el cielo nublado y conejos en el jardín de la iglesia. Café con A., luego a West Branch, un mundo casi desierto.Lozanía en los bosques después de las lluvias intensas. Las raíces de las hierbas y las flores y el arroyo de olor correoso dejan una huella de sensualidad en la mente.
El agua humeante después de la lluvia, turbulenta aquí o allá. Serena en los charcos. Agua que cae de los pinos. Una trucha sube a la superficie de la laguna, al pie del arce. Bajo la superficie del arroyo, un mundo sereno, el Averno, de cantos rodados. Todos los muertos en la laguna de Parson y el margen estrecho entre el mundo seco y el húmedo. El frío que atraviesa mis botas de pesca y el abrazo del agua. Pienso en nereidas, en peludos dioses del río. El amanecer, el aroma vertiginoso del laurel, los pétalos de cornejo como corazones flotando en el agua impregnado de dulzura y lascivia. Doncellas y sátiros. En el cruce de Hartcourts brotan las hojas de los maderos del puente. Contra el puente, una gruesa capa de espuma blanca. El arroyuelo que hay a mi espalda habla el idioma de los "partos, medos y elamitas, de los habitantes de Mesopotamia, de Judea, de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia que rodean Cirene, y de los extranjeros de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes"; es verdad que oímos hablar al arroyuelo en todos estos idiomas.
Y pensamos en cosas carnales: lo que puede iluminar y oscurecer la conciencia, lo que nos tienta a espiar detrás de las cortinas y demás picardías, y también lo que nos dotó de ternura y paciencia. El amable latrocinio de plumas que cometemos. Después la luz del sol ha penetrado en el valle, húmeda y dorada.
Y río arriba salta la trucha con ruido de loza que se rompe, un tirón y es nuestra. La caña se dobla y a través del agua cristalina vemos saltar de acá para allá, plata y rosa, nuestro tesoro sumergido..."


J Cheever Diarios emecé lingua franca



dice Jorge L. , al hacer el envio a Bandeja de Entrada: : "Seleccionar fragmentos de los Diarios es imposible.Va este como podría ir cualquier otro".

digo: dice Cheveer "...Agua que cae de los pinos.... Bajo la superficie del arroyo, un mundo sereno, el Averno, de cantos rodados..." quedo sin palabras, no las necesito, leo de nuevo: "...Agua que cae de los pinos....Bajo la superficie del arroyo, un mundo sereno, el Averno, de cantos rodados..." y otra vez

aun no leí su Diario, salido hace muy poco,aun estoyleyendo el Tomo II de su libro de Cuentos

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El retrete budista, Y. Kawabata


"Una primavera, mucho mucho tiempo en Arashiyama, en Kioto.
Damas de las familias de alcurnia de Kioto,sus hias, geishas de los barrios de placer y prostitutas venías con sus galas de primaveraa ver los cerezos en flor.

-Perdón por este pedido, pero, ¿podría usar su baño?

Las mujeres se inclinaban, sonrojadas, en la entrada de una fea granja. Cuando iban hacia los fondos , se encontraba con un retrete viejo y sucio protegido por una esteras de paja colgantes. Cada vez quesoplaba la brisa primaveral, la piel de las mujeres de Kioto sentía escalofríos. Se oía el llanto de niños por algún lado.

Al ver la incomodidad de las damas, a un campesino se le ocurrió una idea. Construyó un pulcro retrete y colgó un cartel con tinta negra. " Servicio pago, tres mon" (valor monetario equivalente a un cuarto de penique) Durante la temporada de los cerezos en flor tuvo mucho éxito y se volvió rico.
-Ultimamente, Hachibei reunió una considerable suma de dinero con su retrete pago. Creo que voy a construir uno para la próxima primavera y le birlaré el negocio ¿Cómo me irá?- uno de los aldeanos, con envidia, le comentaba eso a su mujer.
-Es un mal razonamiento de tu parte. Tú puedes construir un retrete, pero es Hachibei el que tiene ya establecido el negocio y la clientela.. Serás el novato y para cuando tengas algunapopularidad, ya serás pobre.
-Lo que no entiendes es que el baño que estoy imaginando no será sucio como el de Hachibei.Me han dicho que la ceremonia del té es muy popularen la capital, así que pretendo levantar un baño en el estilo de una sala de té. Ante todo para los cuatro pilareslos troncoa de Yohisno no se verían bien, de modo que emplearé maderas con nudos de Kitayama.El techo será de juncosy, en lugar de una cuerda, pondré una cadena como las que sostiene las pavas. Una idea original ¿no te parece? Le haré una abertura a nivel del piso. Y las tablas serán se cedro.Las paredes tendrán una doble capa de yeso y la puerta será de ciprés.Lo techaré con cedro y usaré piedras de Kurama para el camino.Alrededor tendrá un cerco de bambú y, más allá del lavatorio de pidra, plantaré un arce rojo. Tan atractivo será que las escuelas de té Senke, Enshu, Uraku y Hayami, y todas las demás,lo encontrarán a gusto.

Su mujer lo escuchaba con aire distraído, hasta que le preguntó:
-¿Y cuánto te costará?
De algún modo el hombre consiguió con mucho esfuerzo levantar el espléndido retrete para la temporada de floración de los cerezos.Y el monje le pintó un cartel en llamativo estilo Tang.
Un baño, ocho mon..."


surgen varias preguntas, entre tantas:
¿...habrá tenido suerte este campesino con el emprendimiento?,
es la idea que centra estos apuntes para un cuento que escribió Kawabata en 1929.
¿habrá corrido igual suerte que el quilero de El baño del Papa?
leamos a
Yasunari Kawabata
en Historias en la palma de la mano
pág 154
Emecé, lingua franca, 2006

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sábado, setiembre 01, 2007

El fin del mundo cuento D. Buzzati


UN DÍA, hacia las diez de la mañana, un puño inmenso apareció en el cielo de la ciudad. Después se abrió lentamente en forma de garra y se quedó así, inmóvil, como un inmenso baldaquín de la fatalidad. Parecía de piedra y no era piedra, parecía de carne y no lo era, parecía incluso de nube, pero no era nube. Era Dios; y el fin del mundo. Un murmullo que luego se convirtió en lamento y a continuación en aullido se propagó por los barrios, hasta transformarse en una única voz, compacta y terrible, que se alzaba verticalmente como una tromba.
Luisa y Pietro se encontraban en una plazuela acariciada por un tibio sol y rodeada por fantasiosos palacios y jardines. Pero en el cielo, a una vertiginosa altura, se hallaba suspendida la mano. Las ventanas se abrían de par en par entre gritos de desesperación y terror: jóvenes señoras a medio vestir se asomaban a mirar el Apocalipsis mientras el aullido inicial de la ciudad se iba aplacando poco a poco. La gente salía de las casas, por lo general corriendo, sentían la necesidad de moverse, de hacer algo, pero no sabían adónde ir.
Luisa se echó a llorar a lágrima viva:
-Lo sabía- balbuceaba entre sollozos- sabía que acabaría así… Me empeñaba en no ir a la iglesia, en no rezar mis oraciones… me importaba un bledo y ahora… ¡Sabía que acabaría así!...
¿Qué podía decirle Pietro para consolarla? Él a su vez se echó a llorar como un niño. La mayoría de la gente también lloraba, sobre todo las mujeres. Sólo dos frailes, dos avispados viejecitos, estaban felices como unas pascuas.
-¿Y ahora qué, listos?- imprecaban alegremente a los transeúntes más respetables, mientras apretaban el paso-. Parece que ya no sois tan listos, ¿eh? ¡Ahora los listos somos nosotros! - reían sarcásticamente- . Nosotros, de los que siempre os habéis burlado, a los que siempre habéis considerado unos estúpidos, ¡ahora veremos quiénes son los listos!
Alegres como colegiales, se excedían en sus comentarios en medio de la creciente turba, que los miraba con malos ojos sin atreverse a reaccionar. Habían desaparecido hacía un par de minutos por una calleja, cuando un señor hizo instintivamente el ademán de lanzarse en su persecución.
-¡Vaya por Dios! -gritó golpeándose la frente-. ¡Y pensar que podían habernos confesado!
-¡Diantre! -añadió otro-. ¡Hemos sido unos auténticos cretinos! ¡Mira que tenerlos delante de las narices y dejarlos escapar!
Pero ¿quién podía alcanzar ya a los avispados frailecillos?
Mujeres y hombretones antes presuntuosos, regresaban entretanto de las iglesias, frustrados y desanimados. Se decía que los mejores confesores habían desaparecido, probablemente acaparados por las más altas autoridades y por los industriales poderosos. Era muy extraño, pero el dinero seguía conservando cierto prestigio, aunque fuera el fin del mundo; quizá, quién sabe, la gente considerara que faltaban todavía unos minutos, unas horas; tal vez incluso algunos días. En cuanto a los confesores que quedaban disponibles, se habían formado unas aglomeraciones tan espantosas en las iglesias que era mejor olvidarse de ellos. Se hablaba de graves accidentes ocurridos precisamente por el excesivo gentío; o de pillos disfrazados de sacerdotes que se ofrecían a confesar incluso a domicilio pidiendo precios desorbitados. Por otro lado, jóvenes parejas se apresuraban a hacer una vez más el amor, tumbándose en el césped de los parques sin el más mínimo recato. Mientras tanto, la mano había adquirido un color terroso, a pesar del resplandor del sol, por lo que daba todavía más miedo. Comenzó a correr la voz de que la catástrofe era inminente. Algunos aseguraban que no se llegaría a mediodía.
En ese preciso instante, en la elegante galería de un palacio, ligeramente por encima del nivel de la calle (se accedía a ella por dos tramos de escalera en forma de abanico) se vio a un joven cura. Con la cabeza hundida entre los hombros, caminaba apresuradamente como si tuviera miedo a morir. Era extraño ver a un cura a esas horas en aquella suntuosa casa poblada de cortesanas. "¡Un cura! ¡Un cura!", se oyó gritar en alguna parte. Rápidamente, la gente consiguió detenerlo antes de que pudiera huir. "¡Confiésanos!", le gritaban. Pálido como la cera, fue llevado a una especie de pequeño quiosco que, a modo de púlpito cubierto, sobresalía de la galería; parecía hecho a propósito para la ocasión. Decenas de hombres y mujeres se congregaron al instante a su alrededor, alborotando, irrumpiendo desde abajo, trepando por los salientes ornamentales, agarrándose a los barrotes y al borde de la balaustrada. Por lo demás, no se hallaba a demasiada altura.
El cura empezó a recibir confesiones. Escuchaba rápidamente las atormentadas confidencias de los desconocidos, que ahora no se preocupaban de que los otros pudieran oírles. Antes de que hubieran acabado, hacía con la mano derecha una breve señal de la cruz, les absolvía y pasaba de inmediato al siguiente pecador. Pero ¡cuántos había! El cura miraba aturdido a su alrededor, calculando la creciente oleada de pecados que tenía que perdonar.
Con grandes dificultades, también Luisa y Pietro llegaron hasta allí debajo, guardaron turno y consiguieron que les escuchara.
-Nunca a misa, digo mentiras... -gritaba a toda prisa la jovencita por temor a que no le diera tiempo, en un frenesí de humillación- y además todos los pecados que usted quiera… puede añadirlos todos… Y créame que no es por miedo por lo que estoy aquí, sino sólo por el deseo de estar cerca de Dios, le juro que… -y estaba convencida de que era sincera.
-Ego te absolvo….- murmuró el cura y pasó a escuchar a Pietro.
Pero una angustia indecible crecía entre los hombres. Alguien preguntó: "¿Cuánto tiempo queda para el Juicio Final?" Otro, muy bien informado, miró el reloj: "Diez minutos", respondió competente.
El cura, que lo oyó, intentó irse, pero, insaciable, la gente lo retuvo. Parecía febril, era evidente que la oleada de confesiones sólo le llegaba como un confuso murmullo carente de sentido. Hacía sin cesar señales de la cruz a la vez que repetía mecánicamente "Ego te absolvo…"
-¡Faltan ocho minutos!- avisó una voz de hombre surgida entre la multitud.
El cura estaba literalmente temblando, pataleaba sobre el mármol, como un niño que hubiera cogido una rabieta.
-¿Y yo? ¿y yo? - empezó a suplicar, desesperado. Aquellos miserables le privaban de la salvación del alma, que se fueran todos al diablo. ¿Pero cómo liberarse? ¿Cómo conseguir ocuparse finalmente de sí mismo? Estaba a punto de echarse a llorar.
-¿Y yo? ¿y yo?- preguntaba a los mil postulantes voraces de Paraíso. Pero nadie le prestaba atención.

El autor
DINO BUZZATI (1906-1972) es uno de los mayores escritores italianos del siglo XX. Autor de El desierto de los tártaros y Los siete mensajeros, entre otros, cultivó también el cuento. El de esta página pertenece a Sesenta relatos (Acantilado, 2006).

tomado de El País Cultural,
Viernes 31.08.2007, 09:13 hs.
Montevideo, Uruguay

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