jueves, noviembre 08, 2007

Oktubre a los 90, Raquel Diana

esta pieza fue enviada por Raquel a lista de distribución de la que formo parte;
Raquel es una amiga, una Compañera, es en mi opinión muy buena guionista teatral, excelente directora y exquisita actriz;
actúa en El Galpón

"...Genaro propuso hacer algo con motivo del 90 aniversario de la
revolución de octubre. Como no se me ocurrió "qué hacer" (caramba), escribí esto. Porque tenía ganas.

Oktubre a los 90

No estuve allí. Creo.
Desde acá, abro un paréntesis, levanto la cabeza, me sacudo el barro
y canto la vieja canción:

"De regreso a octubre, desde octubre,
sin un estandarte
de mi parte
te prefiero igual
internacional" *

Harta de estar perpleja y de la perplejidad misma.
De la derrota, ¿o es que ganamos?
Agotada de tener que afirmar la cantidad de cosas que estamos
construyendo y de extremar el uso de la dialéctica: contradicción
va, contradicción viene, y alguna síntesis superior de vez en cuando.

De la queja airada de muchos de aquellos a los que están dirigidas nuestras buenas intenciones. ¿O más que "muchos" son los vociferantes? ("Vociferante" suena a animal mitológico, pero no.
En cambio "muchos" es una categoría difusa. Como "cambio".) Aburrida
del café descafeinado y la política sin política.
Hastiada de mi propia pereza conceptualizadora, discursística e
ideológica, que me imposibilita ordenar o estructurar el mundo, o mi pequeño esfuerzo diario, en algo que se parezca al sentido.
Salto. Salto 90 años en busca de una bocanada de épica.
Allí está Octubre, tan desubicada y ubicua que es en noviembre.
No estuve entonces, claro. Pero en aquel acto de multitudes, antes
de que ganáramos éstas, las elecciones, me pareció que la recordaba.

Sería un "déjà vu", o un pliegue del tiempo, quién sabe.
Curiosamente algo idéntico sentí cuando era niña, y en un 1ro. de
mayo, mi padre me subió a sus hombros para que pudiera ver a toda
aquella gente en la avenida. "Es el pueblo", me dijo, "somos nosotros". Nosotros.

Todavía niña me aburría en el cordón de la vereda de la explanada municipal, cuando las lágrimas emocionadas de mi madre me pusieron
en aquel acto, fundacional si, pero atado con hilo de seda o cuerda
de acero al viejo Octubre. Me di cuenta porque mi madre tiene los
mismos ojos de mi abuelo que había venido de Europa, bolchevique, y
después había marchado con Prestes en Brasil, y allí estuvo preso
con su familia justo cuando mi madre vino a nacer, y luego llegó a
aquí a hacer una vida y una revolución internacional, que era como
un nosotros pero más grande.

Creo que tenía 14 años cuando conocí a Genaro y desde un banco del
Parque Rodó, (no frente al palacio de invierno aunque hacía frío),
planificamos cómo derrotar a la dictadura primero, para construir
una sociedad justa sin explotados ni explotadores, después. Pequeños rojos, valientes (¿inconscientes? ¿patéticos?)
Por esa misma época, mi abuelo dejó sobre mi mesa de luz los tres
tomos de "Los subterráneos de la libertad" de Jorge Amado. No me
dijo nada: la lucha revolucionaria era una suerte de sobreentendido
genético, o algo así
La épica es más bien un género literario vinculado a las epopeyas y los héroes. Pero operaba (y opera) como una suerte de armadura, o
esqueleto (depende si uno necesita estar protegido por fuera o
sostenido por dentro). Y también como un estado de ánimo parecido al
entusiasmo, que nos vacuna contra este estado general de
insignificancia. Cuando invocamos a la Épica nos sentimos mejor. Ni que hablar cuando la invocada es la Revolución.

Y se vuelve asunto sagrado cuando pienso en concreto en cada una de
las personas que sufrieron o murieron. Antes, después, ahora.

Sobrevivimos a la dictadura porque nos sentíamos parte de una
epopeya, héroes incluidos, que daban sostén a cada una de nuestras
pequeñas o grandes tragedias cotidianas. Ahora es tiempo de otra cosa. O no. No sé.

Desde las películas de Eisenstein la revolución me mira, como me
miran esos hombres y mujeres con los mismos ojos y manos de mi padre
y los pobres y los que padecen injusticia (excluidos del mundo:¡uníos!).
Y fui fervorosa comunista porque no podía vivir sin creer que era
posible la emancipación de la humanidad o como se llame eso que
sería el reino de la justicia y la libertad. Que había tenido su
concreción, en un octubre o noviembre, cuando por primera vez en la
historia los pobres y explotados habían triunfado. ¿Al final de cuentas llegará el tiempo de los justos?

Pan y rosas. Pan y paz. El puño en alto. Los puños. "La hoz y el martillo aludían a la esperanza de que la historia, a la larga, se pusiera del lado de los que luchan por la libertad y la justicia.. La ideología dominante del "fin de las ideologías"

proclamaba en forma oficial la muerte de esa esperanza" dice Slavoj Zizek, el mismo que formuló una definición de "revolución" apasionante. Dice que la revolución es la representación de la utopía: presente y futuro se juntan en un instante y sentimos que la utopía nos toca y somos felices mientras luchamos por ella.

Tengamos revoluciones. Propongo.
Aunque hayamos perdido tantas veces y debamos hacernos cargo de tanta cosa.Llevamos nuestros fracasos, nuestras derrotas, nuestros crímenes
como arpones clavados en el lomo de una ballena blanca, que aún

sigue surcando los mares.
Ahora cuando alguien me pregunta a qué sector de la izquierda pertenezco, digo que soy un "atlante": soy de un mundo que, como la Atlántida, se hundió o nunca existió. Pero había algo bueno, bello y verdadero en él.
Un fantasma recorre el mundo: el dinero virtual, sobregirado e imbécil.
El pan y las rosas han dejado de ser alegoría o metáfora de cosa alguna: son objetos de consumo. Y si no hay poesía ni ilusión: consumamos actos de consumo que se consumen en el propio acto de consumir, o en todo caso cultive cada uno su propio jardín.

Prefiero Oktubre.

* De Fuegos de Octubre (1986), Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
Se puede ver y escuchar en:www.youtube.com/watch?v=1FNFxdEB7sM
Raquel Diana, 7 de noviembre de 2007

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