sábado, agosto 04, 2007

fragmento En la Bahía, K. Mansfield

“...-¿no te entristece pensar en él, abuela?
-No le gustaba que su abuela se entristeciera.
A la anciana le tocó el turno de meditar. ¿La entristecía? Mirar hacia atrás, hacia atrás. Contemplar los años, como Kezia la había visto hacer. Mirarlos, como hace una mujer, mucho después que ellos quedan fuera del alcance de la vista. ¿Eso la entristecía? No, la vida era así.
-No, Kezia
-¿Pero por qué?-interrogó ésta. Levantó un brazo desnudo y se dedicó a dibujar cosas en el aire-. ¿por qué tuvo que morir el tío William? No era viejo
La señora Farfield contó los puntos de a tres.
-Sucedió, eso es todo –respondió con voz absorta.
-¿Todos tienen que morir? -preguntó Kezia.
-¡Todos!
-¿Yo? –La voz de Kezia parecía temerosamente incrédula.
-Algún día, querida mía.
-Pero abuela. –Kezia agitó la pierna izquierda y removió los dedos del pie. Los sentía arenosos. -¿Y que ocurre si no muero?
La anciana volvió a suspirar y desenvolvió un largo hilo de la bola de lana.
-No se nos pregunta, Kezia –dijo con tristeza- a todos nos ocurre, tarde o temprano.
Kezia permaneció inmóvil, pensándolo. No quería morir. Quería decir que tenía que dejar todo eso, dejar todos los lugares, para siempre. Irse….dejar a su abuela. Rodó sobre sí misma con rapidez.
-Abuela –dijo con voz sobresaltada.
-¿Qué, mi preciosa!
-Tú no debes morir. –Kezia estaba muy decidida.
-Ah, Kezia…-Su abuela levantó la vista, y sonrió y meneó la cabeza-. No hablemos de eso.
-Pero es que no debes. No podrías dejarme. No podrías no estar aquí. –Eso era espantoso-. Prométeme que no harás jamás, abuela –suplicó Kezia.
La anciana continuó tejiendo.
-¡Prométemelo! ¡Dime que nunca!.
Pero su abuela continuaba guardando silencio.
Kezia descendió de la cama rodando; ya no podía soportarlo, saltó con ligereza a las rodillas de su abuela, y tomó la garganta de la anciana y comenzó a besarla bajo la barbilla, detrás de la oreja, y a soplarle en el cuello.
-Dime que nunca…..dime que nunca…dime que nunca…-jadeaba entre un beso y otro. Y luego con suma suavidad y ligereza, se dedicó a hacerle cosquillas a su abuela.
-¡Kezia! –La anciana dejó caer su tejido. Se recostó contra el respaldo de la mecedora. Cosquilleó a Kezia.
-Dí que nunca, dí que nunca, dí que nunca, gorgeó Kezia, mientras reían, la una en brazos de la otra.
-¡Vamos , basta ya, ardillita! ¡Ya basta, mi caballito salvaje! –exclamó la anciana señora Farfield, arreglándose el gorro-. Recoge mi tejido.
Las dos habían olvidado a que se refería el “nunca”..”.


En Cuentos Katherine Mansfield

Ediciones Orión Buenos Aires

comentarios adjuntos de Jorge L.
Katherine Mansfield nació en Wellington, Nueva Zelanda en 1888 y murió en Fontainebleau a los 35 años. Es considerada una de las cuentistas más importantes de principios del siglo XX. Sus relatos se vinculan frecuentemente con su patria y se refieren a las cosas pequeñas de la vida y a las vidas pequeñas. La influencia de Chejov es evidente y es comúnmente señalada por los críticos A mí me gusta mucho su prosa limpia y su mirada simple y tierna, particularmente enfocada a las cosas de todos los días desde su femenina sensibilidad.

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